Y llovió caca

Es una preocupación muy grande en estos días, en la actualidad limeña, en el día a día: Las palomas. Esas ratas voladoras, llenas de insectos y con mirada de costa rica.

No me gustan las palomas desde aquel fatídico día en que invadieron el techo de mi abuela y la llenaron de "piojos", según ella, toda su casa. No me gustan porque tragan lo que sea, así sea un ave, tragan, no tienen moral alimenticia.

No me gusta como miran, de costado, como tontas, como si fueran muy tontas, pero cuando el momento es indicado son conchudas e ingeniosas. No me gustan porque son muchas, creo que un día podrán apoderarse de Lima y darles un picotazo y un mojón en la cabeza a los que tanto los alimentaban, las creo capaces.

Peor aún con las maniáticas como yo, que las espantan en cuanto las ven. Siempre que camino y una paloma está muy cerca a mí, le digo:"shu, fuera, aléjate" Creo que es lo peor que pueda hacer, porque el día que tomen las riendas de esta caótica ciudad, me harán su esclava, a mi y a todas las personas con las que he coincidido en despreciarlas.

Me encomendarán, bajo su imperio de terror, la tarea de asarles el pollo a la brasa, crearles charquitos, dejar arroz cocido en el piso. Creo que ya empiezan a atormentarme un poco, estoy loca. El otro día caminando por 28 de julio en Miraflores, hablando con mi amiga, una de esas maliciosas bestias piojosas vino volando directamente a mi cara y un micro segundo antes de chocar, volteó su dirección de vuelo. Grité y la odié, ellas también me odian.

Llenan la ciudad, lo bonito y lo feo, lo que quieres y lo que no quieres, lo llenan con caca, te llueve caca, peor si es un día malo.

Así que les recomiendo que no caigan en las trampas que traen sus pequeños picos y miradas de costado como cojudas. Son peligrosas, algo se traman, son cochinas y tienen piojos (según mi abuela). Aunque según ella también puede ver ácaros, eso le quita fiabilidad, pero con lo de las palomas algo de razón debe tener, igual decidí odiarlas.

Cuidáos!

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