Érase una vez un príncipe Inca, era un joven de caracter fuerte y muy aplicado a la ley de su tierra y que le inculcó su familia. Un día mientras meditaba caminando por sus tierras, dio un suspiro, se atoró y le dio hipo. No fue un hipo muy molesto, pero al rato se cansó de hipar tanto y volvió a su palacio. Pero al llegar e intentar todo, el hipo no pasó. Pasaron los días y el hipo no pasaba. Empezó a acostumbrarse a una rutina diaria de ejercicios y manías contra el hipo: Tomaba agua, se paraba de cabeza, aguantaba la respiración hasta casi la asfixia y nada, no pasaba. De diferentes reinos traían las bestias más horrorosas del planeta y aún así con miedo, no le pasaba el hipo. Incluso trajeron a la mujer más espantosa del mundo, una que en cuanto se sacó el velo, abrió las fauces para gritar "¡Que pase el desgraciado!" Ni aún con ese monstruo se le quitó el hipo. Pasaron los días, semanas, meses, casi un año. No pasó el hipo. Al ver esto el príncipe inca pensó que ya ...