Prefiero recordarte asi

Era uno de esos días monótonos, y eso que era sábado en la noche. Aún así estaba entretenida, cómoda, echada en el sillón terminando de leer mi libro, el cual terminé entre lágrimas pero feliz.

Mientras lavaba los platos del lonche sonó mi ruidoso adriberry oriental, con el que aún tengo una relación difícil. Era una llamada de teléfono público:
- "Hola Adriana, soy Camilo, el chico que lee tu blog"-
Me dijiste con una vocecita que era distinta a la voz de machazo que había imaginado que tendrías.
-"¿Hola, qué tal? ¿En qué andas?"-

Y bueno, quedamos en conocernos al fin esa noche, aprovechando que estabas cerca, que te habían plantado y te acercaste un poco más a mi casa para encontrarnos. Tomé un taxi al óvalo higuereta, no me creíste que estaba en el taxi, pero en realidad salí sin una gota de maquillaje, no estoy segura si por lo menos me peineé, solo que fui a conocerte sin mayores preámbulos.

Estabas parado frente a la SUNAT, con tu saco negro, el único que tienes. Ahora cada vez que paso por la SUNAT del óvalo recuerdo ese primer saludo. Me abrazaste como si fuera tu pata del alma que no veías en años y yo que soy tímida lo fuí más con tu comportamiento acelerado. Empezaste a contarme tu día y que te dejaron plantado.

Mientras caminábamos por Benavides, realmente pensé que estabas drogado, olías a las chelas que te habías tomado en tu espera y yo estaba casi segura que estabas drogado y me dió algo de miedo, pero estaba cerca a mi casa y eras flaco, así que pensé: "A la primera que este flaco se aloque mucho, le pateo las bolas y me voy corriendo."

Felizmente no terminó así, ya que me hiciste reír mucho con tus anécdotas, pensamientos y jodiéndome por mi supuesta "devoción" a Ollanta. Fue así me arriesgué a tomar un taxi contigo a Miraflores, pues para mí Miraflores es tan seguro como mi casa, ya que conozco muy bien la zona.

Igual, a pesar de tu locura, me sentía cada vez más cómoda con ella y me gustaba. Incluso cuando hablaste con un gringo extraño porque te preguntó sobre tu nextel y tu sin saber inglés le respondiste. Me extrañó tanto pero a la vez me dio mucha risa.

Tu no intentabas divertirme a expensas tuyas, pero me divertía aún más saber que no era tu intención. No me reía contigo, sino de tí, pero de una buena manera, don´t worry.

No era lo ideal, pero fuimos a ese único antro donde vendían chela y comida. Tomámos unas chelas, conversamos y me sentí tan identificada contigo, halagada. Me dijiste todas esas cosas lindas que soy incapaz de reconocer en mí, porque mi desamor propio es fatal.

Y continué riendo porque me dabas mucha risa comiendo esas yucas fatales con mucha cebolla.

Olvidé que tenía que regresar a mi casa por un par de horas más y, a pesar de la cebolla, nos besamos y mucho hasta que me dejaste en mi casa y seguimos hablando hasta muy de madrugada.

Al día siguiente no sabía si llamarte o esperar a que me llamaras tú, la noche anterior habías dicho que querías verme también el domingo y yo también quería verte. Y me llamaste.

El domingo fuiste aún más tonto que el sábado, pero igual de adorable. Desde que te equivocaste de micro para llegar a la feria del libro, pasando por tu sorpresa fallida, hasta que tenías nauseas y te sentías enfermo. Quizá, como tu dijiste en un momento, te arrepientas de haberme visto ese día con tu malestar, pero yo estaba encantada de reafirmar lo que el día anterior no había soñado, que nos gustábamos y que esto era una realidad. Una realidad que duró una semana más con las llamaditas y los chateos debido a la falta de tiempo para vernos, para finalmente no vernos más.

Y hablando de realidades, la realidad acá es que solo quise recordar los dos lindos días que pasamos juntos, que fuiste mi chico y yo tu chica. Sí, ya no te quiero, pero quiero, como te quise a tí, a ese par de días juntos.

Fue romántica tu torpeza, tu calorcito, tus mimos, mis constantes tropezones y las gomitas colorinches que comí en el camino de regreso. Fueron solo dos días, pero para mí fue un romance y, a pesar de ser en trocitos, fue felicidad y así se vive (como comercial de chocolate). Es mejor que solo guardar sentimientos feos. Es mejor recordarnos tontos y bobos el uno por el otro, porque ahí fuimos felices.

Sin añorar, sino recordar y escribirlo, porque es así como puedo terminar un capítulo para empezar otro y volver a la anormalidad de mi vida.


Comments

Popular posts from this blog

Hombre de lata

Circo de contradicciones

Auto traición